sábado, 3 de julio de 2010

¿Para qué sirve la poesía?

Hasta el hartazgo se ha citado la frase de del filósofo alemán Theodor Adorno (1903-1969) que dice después de Auschwitz no puede escribirse poesía, lo que se ignora o, en todo caso, se recuerda menos es que tanto en el campo de concentración y exterminio de Auschwitz como en otros se escribía poesía, se rendía culto a Dios, se dictaban conferencias ,se representaban obras de teatro, se estudiaba literatura, historia, filosofía y lo que pueda imaginarse ,los internos, al igual que en los manicomios ,las cárceles, los ghettos, los campamentos de refugiados luchaban por algo más que el pan y el aire.
Lo mismo sucedió durante la última dictadura que sufrió el país, en casas, bares, plazas, surgieron y se mantuvieron grupos de estudio sobre todo en la áreas humanísticas .Así ocurre, sucedió a lo largo del tiempo, en la inclemencia, la bruma, la más absoluta opresión; siempre ,siempre.
Acaso Adorno entendía la poesía como una especie de arte regido por ciertas convenciones, un objeto de la civilización o la cultura, en fin, tal vez pensaba que la poesía es literatura, así como otros creen que la filosofía es sólo pensamiento o ser religioso es acudir a la iglesia.
Hace poco leía la aseveración del poeta argentino Eduardo Dalter (Bs. As ,1947)en cuanto a que la poesía era pre-verbal, que habitaba ya en los homínidos ante el pánico de los fenómenos naturales o el simple deseo del calor del otro .Y voy a coincidir con Dalter en el sentido de que, la poesía, ni siquiera sirve al lenguaje sino a su raíz: la necesidad, la emoción, el enigma; bueno desde estas conjeturas parecería que la poesía sólo sirve para recordarnos en lo mejor de aquellos que nos constituye como especie, la sublimación del instinto, la comunicación y la interpretación de lo que cada uno llama ,para sí ,la realidad.
Pero hoy escribo esto para mí, para ustedes, inmerso en el tiempo, digo, en la Historia.
A lo largo de la historia la poesía ha sido despojada de su sacralidad, se la ha vuelto cortesana, elitista, popular, cancionero, recurso de escuelas, tontería ingeniosa…bastón o escudo de aquellos que han pretendido enseñorearse de ella en vez de dedicarse a servirla. Y así llegamos al presente donde importan más los poetas que la poesía y sufren los poetas su condición de familiares pobres en la casa del arte, su insignificante presencia en los debates de la época y está bien que esto ocurra porque la poesía está más allá de poetas y poemas, habita, decía, en ese apretado nudo que nos define como humanos.
Por eso la poesía no sirve para mantener una familia o comprarse una camisa, para salir en las revistas de moda o en la televisión, ni para oprimir al prójimo o enriquecerse bravamente; a veces resultó útil la poesía cuando los vientos de la revolución en la Historia (o en su espíritu)coincidieron con los sueños, el amor, la justicia; parece que ya pasaron las revoluciones sin embargo, permanezca cierto el lector de que, no deja de pasar la poesía…sólo la emoción perdura, decía el poeta norteamericano Ezra Pound (1885-1972),se llama poesía a todo aquello que cierra la puerta a los imbéciles escribía el poeta argentino Aldo Pellegrini (1903-1973).
Entonces ¿para qué sirve la poesía? para tratar de decir con palabras lo que no puede decirse con palabras, por ejemplo, ese cielo allí, ese abrazo, esa espera, ese duelo, aquellos recuerdos, los árboles, el viaje hacia el secreto, lo perdido, la cotidianeidad cuando se parece al alma, la música que nos envuelve, un momento del beso, del vino, de la risa, cuando el silencio es todo, cuando el estruendo es todo. Para que poetas, profesores, críticos, estudiosos, eruditos sepan que no puede atraparse la cola de un cometa y que el cometa va de un infinito a otro, enamorado.
Para todo eso sirve o debería servir la poesía y para que yo –y tantos –alce mi rostro mancillado por el tiempo y la experiencia y crea, una vez más, en el día del arquero, la belleza de los sapos y en tu invisible presencia querida compañera.

 

Publicado en El Diario del Centro del país-Villa María-Córdoba-Junio del 2005